miércoles, 24 de diciembre de 2008

Novela aún sin titulo. Capítulo V: Maldita Sea (esto se acerca a su fin)

No hubieron mayores intercambios de palabras para dejar en claro algunas cosas: Primero, mi repentina obsesión y enfermizo amor hacia Flora aún carecían de una explicación. Una buena explicación. Es decir, una persona que se ha considerado homosexual —y bisexual en algunos escasos momentos de su vida— desde que tiene uso de razón no puede enamorarse así por una fémina que acaba de conocer hace unas decenas de minutos, trece decenas para ser exactos. No puede ser, es terriblemente inexplicable. Terriblemente terrible.

Segundo, Flora está demente. ¿Gustarle alguien como yo? ¿Qué diablos tiene en su cabeza ese encanto de chica? Con su metro sesenta y cinco, sulfurosos ojos color chocolate, delicados labios y esa melódica voz que tanto me hechiza, ¿no pudo haberse conseguido un mejor partido? No es por menospreciarme, ni mucho menos causar empatía en los que me rodean, pero estoy seguro que hay alguien más, mucho más indicado para ella. Simplemente sé que ese alguien no soy yo. Definitivamente.

Y tercero, todo este rollo del ser o no ser, de sufrir o no sufrir, me está llevando al borde del colapso, de la felicidad. Hay algo en esta extraña situación que me inspira una desconfianza gigantesca del tamaño de mis sueños rotos. Es decir, faltan pocos días para que confirme mi fe ante Dios y toda su inmaculadísima Iglesia y aún así la duda, la mortal duda de que si durante toda mi vida he vivido engañado y de que si ser gay es realmente tan horripilante como dicen está que me da caza. No permitirá que viva en paz hasta que el mismísimo Dios baje desde su reino y me lo revele, me revele aquello que no es más que la verdad absoluta e irrefutable. Si tan sólo Jesús volviese a la Tierra para resolver todas aquellas interrogantes que perturban la paz del mundo actual, si tan sólo…

—¿En qué piensas? —¿Cómo llegaron mis brazos a rodear a Flora, y qué hora es?

—¿Eh…?

—Te pregunté en qué pensabas —por alguna extraña razón está impaciente por una respuesta, ¿qué le digo? Dudo que la verdad le vaya a hacer mucha gracia… —Anda, dime. Debes aprender en confiar en mí, total, soy tu enamorada, ¿no?

Oh, Dios mío, ¿qué? Esto sobrepasa los límites. ¿Enamorada? Examiné su mirada… El chocolate estaba hirviendo bajo sus tostados párpados, lo cual intimidó a mis afeminados globos oculares que de inmediato adoptaron una posición defensiva y oscura. Si los ojos son, supuestamente, el espejo del alma… ¿Podrían haber todos visto lo putrefacta y débil que era la mía? Sentí cómo al desviar mi mirada de la suya hacia el horizonte el chocolate automáticamente se solidificó, secó y partió en dos. Pobre, pobre Flora. Pobre.

—No pensaba en nada, en serio. Bueno, pensé en algo importante y eso eras tú. Me parece increíble en cuántos lugares erróneos te he buscado todo este tiempo y en el lugar menos esperado apareces. ¿Es que acaso Dios no es grande?

—Supongo que sí, considerando que soy una atea socialista… —reímos al unísono, sin importarnos la falta de comicidad de su frase o lo idiota que nos veríamos juntos riéndonos de tonterías. Milca al reparar en nuestra actitud me dedicó una mirada digna de “que gay que eres” y junto con Mike evaluaron las posibilidades de realizar una cita doble (¡e incluso un matrimonio doble!) a la luz de la luna en algún restaurante decente en las cercanías del hotel donde se hospedaban las delegaciones de sus respectivos colegios (considerados como parte de una sola cadena educativa).

—Sí, Milca. Imagina a tu viejo bigotón entregándote a Mike bajo la promesa del amor eterno y toda la cursilada digna de un matrimonio entre dos babosos —esperé un segundo y el silencio era ahora sepulcral. Curioso, a Mike no le hizo gracia mi comentario y mucho menos a nuestras parejas. ¿Por qué seré tan imprudente?

—En fin —dijo finalmente Mike—, creo que deberíamos aprovechar el día libre que se tomaron del colegio para pasear por los alrededores. De dónde venimos, no hay absolutamente nada que hacer, la vida es demasiado monótona y predecible.

—Es una lástima que tengan que irse en dos semanas —dije, conmocionado por haberme dado cuenta recién del poco y largo tiempo que me quedaba para estar junto a mi… enamorada—, pero creo que el tiempo será suficiente para darles un CityTour alrededor de los principales atractivos de Lima.

—¡Vámonos de una vez que me tostaré aún más! —me reí, ¿es menester ser tan graciosa todo el tiempo?— ¡Mateo, eres un racista! Todos reímos una vez más, en especial Milca con sus escandalosas risotadas.

Tomamos un taxi hacia el KFC entre las avenidas Los Frutales y Javier Prado Este y supe que se avecinaba lo peor: comer. Sí, comer. Comer en sí no es algo por lo qué lamentarse, al menos no en mi caso ya que por alguna extraña razón mi cuerpo siempre mantiene un peso fijo. Lo que me preocupa cada vez que salimos con extraños es la manera en la que como. Mis amigos con los que tengo más confianza me repiten que soy un marrano comiendo y que es fácil identificar cuál había sido mi merienda antes de vernos. Perfecto, ahora Flora vería lo cerdo que soy.

Eso no te conviene… —¿de dónde vino eso?— De tu subconsciente, cerdito. Ahora, escúchame bien, debes persuadirlos para que vayan al Starbucks que está cruzando la Av. Javier Prado, ¿o es que quieres que Flora descubra lo poco maravilloso que eres? —No, no quiero eso. Starbucks, entendido.

Sorprendidos, vieron como al bajar del taxi me dirigí en dirección opuesta al emporio del pollo frito y los triglicéridos hacia el único lugar donde no necesariamente teníamos que comer y donde lo que sirven es buenísimo: mi idolatrado Starbucks. Flora, casi incapaz de no hacer mi voluntad (los mismo que me pasaba con ella), accedió al instante y se apartó de Milca y Mike para unirse a mí en la travesía del café. Milca me observó molesta y tomó a Mike del hombro y nos siguieron. Tener mi brazo alrededor de Flora me estaba resultando incómodo en demasía, era como abrazar a un hombre de nieve, o tocar con mis manos desnudas la gélida superficie de un glaciar. Creí que en cualquier momento la podría derretir… Qué imagen para más morbosa y genial. Realmente genial.

Llegamos a la puerta que resguardaban al aromático castillo y uno de sus amables plebeyos nos dio la bienvenida con una de esas sonrisas Colgate que sin ser perfectas, inspiran una confianza abrumadora.

—¿Qué van a pedir? —La sepulcral voz de la encargada de las órdenes me desorbitó por un momento y obligó a mirar hacia otro lado. Noté la calamitosa presencia de un individuo fácilmente europeo que me reinició por completo el sistema operativo, y no me siento culpable, ¿quién podría haberse resistido a su metro noventa de altura, ojos tan celestes como el cielo que nos condenaba con su luz, musculatura prominente y prometedora y una cara digna de Adonis, o al menos de su medio hermano mortal no reconocido? Jesús (mis disculpas si daño susceptibilidades, es sólo una expresión), ¡qué bueno estaba! Me quedé mirándole fijamente y me olvidé que mi enamorada estaba junto a mí, que el mundo existía y que aún debía hacer el maldito pedido.

—¡Maldita sea, Mateo! ¡Despierta! —Miré atónito cómo Flora dejaba escapar unas dos lágrimas y media y luego se dispuso a escapar del hipnotizante reino. Quise seguirle el paso y decirle qué demonios le pasaba, ¿se iba a comportar así si una chica quedaba mirándome y me hechizaba como aquel galán digno de exportación y una carta de agradecimiento?, pero Milca me detuvo, y entre un tono de decepción y falsa comprensión me advirtió:

—Tenemos que hablar —espero que no sea…— AHORA.

Mike, anonadado, le dijo a su eterna acompañante que nos reuniríamos en el hotel si es que lograba tranquilizar a Flora y explicarle mi condición. Sin embargo, un segundo antes de irse sacudió la melena y con el mismo tono que había utilizado su polola[1] me, por segunda vez en menos de tres minutos, advirtió:

—No, yo no le diré nada. Serás tú quien lleve a cargo la descomunal tarea de contarle a Flora sobre tu condición. Deja de acobardarte de una buena vez, adiós —se despidió de Milca con un breve beso y se fue tras Flora, que seguramente caminaba con la cabeza gacha a lo largo de la Javier Prado, pretendiendo no poder escuchar los latidos de mi corazón, ni los latidos del suyo, que se moría por mí.

Segunda parada para un paréntesis. Si aún no lo descifráis está claro que no sé escribir. ¿Descifrar qué? Descifrar aquella cosa que el mundo tan enfermizamente ha hecho que se incluya en mi vida y me modifique, como un virus, poco a poco, hasta que este a su merced. Este letal virus, que a su vez me otorga la vida se llama Flora, y no hay nada en este mundo que me pueda detener en la gloriosa tarea de amarla. Nada excepto los chicos. ¿Podré continuar así? Sería mucho más sencillo cortar esta tragedia de raíz y matar a Flora quizás en algún accidente de tránsito, es viernes, así que puede entrar en un contexto real el hecho de que haya un chofer embriagado manejando a 90 km/h a lo largo de la Javier Prado. O quizá sea necesario mantenerla unas páginas más con vida y tratar de descifrar qué es lo que me quiere decir. Trataré de entender los jeroglíficos que ahora adornan las paredes de su corazón, y a la vez intentaré desenterrarlo de la siniestra cueva en la que se ha enterrado. Solito, por su cuenta. Cierra paréntesis.


[1] Término que usan los chilenos para referirse a su contraparte femenina.

6 comentarios:

riveru dijo...

hay...osea...leeria este post...si no fuera una histori...xD!!...no ley las otras 4 partes...y no pienso hacerlo (¬_¬)...[q cruel, como dices tu >_<]...buen blog!!

Anónimo dijo...

Asu! estoy así >>>> =/

16 añitos y expresas en palabras muy bien tus situaciones y sentimientos.. no digo que la edad sea un determinante para ello pero mucho que a tu edad están pensando en sus anhelos, deseos y peleas de colegiales, tú ves y piensas por sobre ellos, es solo una opinión (humilde - creo yo) a tu buena escritura.

Recien me di cuenta que has pasado por mi blog, sin dejar comentario, por eso tarde en notarlo. Gracias y eres bienvenido cuando desees :)

Aún no leo las otras partes y yo sí las leería (contradiciendo al de arriba) pero sería genial tenerlo en una novela y leerla de largo y tendido porque la compu hace arder los ojillos.

Yo también poseo otro personajes pero él se llama igual que yo y usualmente habla conmigo en inglés, casi nunca en español y muy pocas veces en francés.

¿Dios tiene la verdad absoluta? Para los que son creyentes supongo que sí, para el resto no habría por qué. Pero algo o alguién debe tenerla, ¿no?

Nos leemos.
Saludos Secretos! :)

Dolores dijo...

Hey, buena historia algo larga.....pero igual solo te leo porque me gusta como escribes, me emocionas!

Besoooooo!!

Lola Pastel.

Azucena Oré Vereau dijo...

Me da mucha risa el comentario de Riveru. Al mismo tiempo un poco de pena, pero no puedo hacer más. A mi no me pareció largo, es más ni la sentí. Fue todo muy fluído. se habrá dado cuenta, Flora, que eres ¿bisexual o homosexual? Su lágrima cayó debido a la penetrante mirada que le mandabas al joven de la cafetería esa. Quiero seguir leyendo. Quiero ´más de esto.

SALUDOS

Damian dijo...

q ya no vas a postear?

Anónimo dijo...

Riveru: Lástima, yo que te apreciaba tanto.

Secreta Presencia: Dios es tan misterioso como la vida misma. Creo que por eso la mayoría pretende ignorarlo.

LOLA: Gracias por dejarme manipularte con mis palabras. En serio lo aprecio.

Suu: Yo también quiero mucho más. Un beso.

damian: Las cosas han estado un poco fuera de lugar, pero ya volví.

Chicos de la PUCP: No estoy interesado, gracias de todas formas por "considerarme"