jueves, 18 de diciembre de 2008

¿Empezamos De Nuevo?

—¡Mírate! Y mírate bien, ¿no ves lo monstruoso que eres? Por Dios, no puedo creer que tuviste que esperar a que ese maricón te lo dijera para que te dieras cuenta.

—El es un bruto, un ignorante más del montón de mierda de este mundo.

—Pero no le vas a quitar la razón —…—, porque ciertamente la tenía. Ahora dime, ¿quién se fijaría en ti? Perdón, perdón, mi pregunta era otra: ¿cómo creiste que alguien tan guapo como Renzo se fijaría en ti? ¿Cómo? Pequeño ingenuo, hiciste mal en volar tan alto, porque la caída es mucho más dolorosa.

—Muérete…

No sin antes decir todo lo que tengo que decir. Ah, sí, ERES HORRIBLE, la máxima expresión de la fealdad. Obeso y feo, espléndida combinación. No importa cuán inteligente o listo puedas ser, a estos maricas sólo les importa que tu peso no supere los 70 kilogramos, y que tengas al menos una bonita cara, o al menos pasable. No les importa tu corazón, ellos ya carecen de uno.

—¿Cómo puedes saberlo? Eres solo una voz en mi cabeza.

Una voz que te muestra tu realidad, cruda y sincera, pero al final siempre sincera. Mira, mi estimado, más vale que te concentres en algo más…, algo más para ti. Algo como leer, o estudiar, o no sé, esas cosas que la gente fea hace. Tu seguridad y aparente felicidad solo eran un débil cascarón que trataba de ocultar aquello que te causa tanto, tanto dolor. Aquella necesidad que no te abandona NUNCA, y te persigue en cuanto conoces a un nuevo galán. Esa necesidad de ser amado.

—¡A callar! Ya escuché suficiente.

Lo que pienses tú, jamás es suficiente. Has llegado al punto de repetirte tantas veces que tal o tal te amaban que te creías la mentira completa. Con detalles y todo, con alucinaciones y frases y besos y abrazos. Te lo creías todo, idiota, todo.

Decidí mirar mi imperfecta cara una vez más, y me quedó claro porque Renzo me había exterminado de su vida. Sí, eso era. Cualquiera le hubiera perdonado una actitud indiferente o incómoda a alguien con un rostro de ensueño. ¿Pero a mí? Me da risa de tan solo considerar la felicidad. Todos somos superficiales, aún más cabro el que diga que no. El amor verdadero no existe, no, no.

—Mateo, ¿estás bien? —le explico brevemente mi historia a Manu, el afeminado que me dice que todo estará bien, que valgo, que debo mantenerme bien, que mierda, que mierda, que mierda.

—No necesito tu pena, en serio que no.

—Entonces, ¿qué es lo que necesitas? Por favor, solo dímelo, tenemos que iluminar tus ojos de nuevo, ¿si? —lo miro un instante y deseo que esté muerto.

—Si pudieras traer a Renzo aquí, frente a mí, sería el gay más feliz de toda la jodida tierra —mi cara se mantiene inexpresiva, acechando su respuesta.

—Sabes que eso no es posible. Sigue adelante —con un gesto resignado se despide de mí, sin dejar de repetir las mismas idiotas frases que dijo hace unos instantes— y olvídalo ya.

¿Cómo olvidarlo? ¿Cómo olvidarlos? ¿Cómo, si Renzo fue tan solo la mortal cereza que le faltaba al hediondo pastel? ¿Cómo olvidar los rostros de aquellos que se llevaron un pedazo de mi Amor arrastrándose tras de ellos? ¡¿Cómo?! Si alguien sabe la jodida respuesta que lo diga ya, el tiempo no borra ninguna herida, solo la disfraza, la oculta para que no recordemos. Pero siempre el que no es amado la recuerda. Está ahí, la llaga, en espera de algún sádico amante que la bese, que entienda. No necesito a una bola de incompetentes amados que me digan que todo está bien, que ya pasará; necesito a un sufrido, a un marginado, a alguien que me diga que me entiende porque él tampoco ha sido amado, y que me proponga matar a Soledad juntos, como novios, agarrados de la mano, susurrándome al oído: “Te amo”, “eres todo para mí en este lento entierro”, “eres exactamente mi marca de heroína”, “no necesito a nadie más”, “volemos juntos, fuera de la inmundicia”, “ven, agarra mi mano y siente que mi sangre solo fluye por ti”.

Suena mi teléfono celular, no me apresuro porque sé que no se trata de nadie importante, seguro es mi madre. Lo alcanzo medio dormido y contesto.

—¿Dónde te escondes amor mío? ¿En el fondo de tus mares? Solo dímelo, que yo me ahogo por ti…

7 comentarios:

Anónimo dijo...

aAaAAH_
PrIMitO_mIO_


q_lIndo
><
PerO_algo_cruDO - -

sToI_spEraNdO_mi_HistORia .)

Dolores dijo...

Crudo, conciso y desconcertante en cierto punto.
Me quemaste el cerebro, yo también tengo la maldita voz en la cabeza pero jamás me insulta tanto como la tuya!!

Simplemente genial.

Besos millll....

Lola Pastel.

Azucena Oré Vereau dijo...

El otro es muy cruel, pero así debería de ser. Quisiera que mi otro me carajee más seguido, me haga pisar tierra. Generalmente anda perdido.

BESO.

Franco dijo...

Ya que estoy a punto de publicar el cuarto capítulo, responderé a sus grandiosos comentarios de una buena vez, Renzo ya fue.

Franqo: Sí, es crudo. Duh. Y solo escribiré de ti cuando la musa afeminada venga a cazarme.

LOLA: Así soy de desconcertante a veces, un completo desastre. Mi voz es demasiado grosera. Maldición.

Suu: Siempre es bueno recordar aquellos detalles que tratamos inútilmente de disfrazar.

Damian dijo...

mucho mejor,
pero pucha yo me he sentido pero no tanto como tu, por lo menos no me he martirizado asi por dios, siempre hay un roto para un descosido, si el amor no llega hay muchas cosas q haran divertida la espera
ya veras...

damian

Franco dijo...

Sí, damian, estoy mucho mejor. ¿Ya veré? ¿Hay acaso algo que debas mostrarme? Un saludo.

Renzo Zegarra dijo...

Wow! una historia autosadomasoquista! muy amable coloquio el de tu conciencia, pero bueno la intensidad de los autogolpes dependen del nivel de cegamiento del momento no?, aunque debo confesar q me sentí un poco aludido xq también me pasó y nunca reaccioné y xq weno tbn me llamo Renzo XD, grax x los comments y weno escribes muy xeere dale más ánimos pero para algo que te saque a flote (a mi parecer).