domingo, 25 de enero de 2009

Novela aún sin titulo. Capítulo VI: ¿Te apetecen mis ojos, mi corazón, mi alma? ¡Tómalo Todo! ¡Sin Ti No Soy Nada!

—¡Te juro que no sé qué tienes en la cabeza! —Por favor Milca, relájate. Cómo deseo que pudieses leer mis pensamientos y saber cuán arrepentido estoy—. ¡Dejar pasar a una chica así! No tienes ni idea de cuántos hombres deben estar detrás de ella y justo se fija en el primer homosexual lindo y pseudonormal que se le cruza en su camino. ¡No sé en qué estabas pensando!

Las palabras de Milca me hieren, ya que vienen de una de las personas en las que más confío, aparte de Javier y el ahora extraviado Ángel, claro. Creo que jamás he cometido mayor estupidez que la de hoy día… Eso sin contar cuando le conté a Manolo, por medio de una carta comprada a una de esas asociaciones que ayudan a los pobres, lo que sentía por él. Recuerdo que le transcribí el poema que tanto le gustó pensando que era para una chica. Aún recuerdo ese día, fue en la penúltima semana del año en que morí. Aún recuerdo sus palabras por el teléfono:

—¿En qué piensas, ah? ¿Acaso no te quieren en tu casa o qué? Me quedo con el corazón partido en miles de micro pedazos con una mano sosteniendo apenas el auricular y con otra buscando la calibre .45 más cercana.

—Lo siento, lo siento. No era mi intención. Destruye la carta, quémala, no sé. Fue un error.

—¿Y qué crees que estoy haciendo ahorita? Adiós. Se corta la conversación, y para mis adentros le digo “Adiós para siempre” a una de las más grandes —y pequeñas— personas que puedan haber pisado esta Tierra. A veces me acuerdo de él, como ahora, y desearía poder besarlo… No, eso no. A él lo respeto como a todos mis demás amigos (chicos) cercanos que son heterosexuales y en mayor o menor manera, como Javier y el ahora extraviado Ángel, hacen que mi mundo no apeste a tanta putrefacción e infelicidad.

—¡Mateo! ¿Estás escuchando? —negué con la cabeza que ahora pesa igual que mis pecados— DEBES, bueno, debemos regresar al hotel y estando allá le explicaras a Flora todo este rollo. No es justo ni para ti ni para ella que se separen porque cediste un segundo ante aquel bombón —sabía que ella tampoco había podido evitarlo, he ahí la razón del breve beso de Mike— y ella, sin haberte preguntado tus razones, no debió haber huido como el ciervo del puma.

—¡Es que no lo entiendes! —para este momento estábamos los dos petrificados ante el inminente sol y una fila de autos infinita como el Dios mismo a lo largo de la fabulosa Av. Javier Prado. Fue en ese momento en que no aguanté más, y las lágrimas, como siempre, no me traicionaron. Mi expresión se mantenía indiferente, pero con el dolor grabado a cincel en los ojos—. ¿Es acaso mi culpa que todos, absolutamente todos, crean que sería mil veces mejor si no fuera gay y me dejara de estupideces? ¿No entienden lo difícil que es luchar contra tus impulsos, que a lo largo del tiempo se transforman en instintos, casi, casi naturales?

—No hables tonte…

—¡NO! ¡Tú no hables tonterías! Ya me cansé de tus espectáculos y lamentos. Niña engreída idiota, deja de decirme qué hacer. Por tu culpa ligué con Flora, fuiste tú la que insistió en que le dijera para continuar a nuestra relación a pesar de la distancia. Por ti estoy aquí, parado como un idiota, esperando a que las personas dejen de mirarnos y se dediquen un poco más a sus insignificantes asuntos —esto última lo dije en voz alta, y una pareja de ancianitas volteó con una arrogancia superflua y me arrastraron al infierno con los ojos, malditas viejas telequinéticas—. ¡Jamás digas que me entiendes! ¡Tú jamás serás como yo! Nunca tendrás que pasar cuestionándote 14 años de tu vida si lo que sientes hacia los de tu imagen y semejanza es algo tan grave que nadie lo dice, o algo por lo cual no pasa nada. ¡Dime si alguna vez lo has sentido! —Herida, concordó conmigo y pude notar como mis palabras habían servido de cincel para grabarle el dolor.

El espacio se vio paralizado, infinito. ¿Había llamado idiota a Milca? Dios mío (una vez más), ¿qué he hecho? Me pregunto si es posible romper un récord mundial de estupideces hechas en un día en el menor tiempo posible. Lista de cosas que debo hacer antes de romper algún otro lazo amor: a) Disculparme con la persona más próxima, que vendría a ser Milca si es que aún sigue a mi costado ya que lastimosamente he perdido mis sentidos; b) correr hacia Flora y arrodillarme por su perdón, a mi me han roto el corazón, los riñones, todo antes de conocerla, y sé lo que es sufrir; c) pedirle perdón a aquellos que alguna vez, por obligación, morbosidad o curiosidad, lean estas hojas de diario insano y poco veraz. Ah, sí, una última cosa que agregar a la lista: despertar. Debo despertar.

Respiro. Es el olor de Milca, el perfume que siempre ha usado y siempre usará…, no puedo creer que después de todo lo que le dije aún se mantenga a mi costado, esperando a que me caiga en cualquier momento para levantarme y luego, seguramente, abofetearme. Saboreo el veneno que emanan mis imaginarios colmillos y me estremezco, comienzo a temblar…, demonios, ¡qué difícil es recobrar los sentidos luego de un momento de completa insensibilidad!

-¿Mateo? ¿Estás bien?

Escucho nuestros latidos de corazones aún por parchar ir en aumento y recuperando su ritmo cotidiano, creo que también puedo oír la sangre escurriéndose entre las carnosas paredes del vital músculo. Siento ahora la brisa atravesar mis dedos, está cargada de los sinsentidos que dije hace unos minutos… ¿O acaso fueron horas?

—Mateo, ya estuvo bueno, ¿quisieras despertar y abandonar esa mirada perdida?

La luz entra de golpe y por poco mi cerebro no procesa el estímulo. Mis dos iris recuperan su simplona luz y por alguna extraña razón veo todo mil veces más claro. Tomo a Milca de la muñeca, y lucho un poco contra su masculina fuerza…, y, mientras corremos tras mi más reciente amor le digo:

—Lo siento “gorda”, pero me agarraste en un mal momento —apenas se entienden mis palabras por la ajena velocidad a la que estamos corriendo—. ¿Amigos de nuevo? —no la dejo responder, tenemos que irnos… Y rápido.

Llegamos en menos tiempo del que se tomó el taxi en llegar al bendito cruce. Pagué sin reparar en el vuelto y por un segundo pensé que volaba, libre como una mariposa —algo más masculino, ¿por favor?—. En la recepción pregunté por Flora y al notar que no obteníamos respuesta, decidí preguntar por Mike. El hombre que conducía la operación de llamarlos me pasó el auricular seguramente extrañado por mi desesperación y claro arrepentimiento.

— ¡Vaya! Pues miren quien se dignó a por fin venir —era Mike, creo que lo odiaré un poco más que ayer—. Ahora bajamos, tienes que hablar muy seriamente con Flora —pude oír, tras sus palabras, las lágrimas que despide un corazón roto, su corazón.

Vi, mientras bajaba, la imagen que quizá algunas chicas de mi pasado hubieran tenido si les hubiera seguido el juego…, el juego y el romance. Chicas tan maravillosas y sacadas directamente del seno de la Virgen María como Miki, una belleza de niña (he ahí una de las razones por la cual no tengo con ella más que una bellísima amistad) de 12 años, carne argentina original que incluyen unos hipnotizantes ojos hechos de purísima miel oscura…, una diosa en miniatura, realmente.

Miki… Tu hermosura merece más que un párrafo o una diminuta mención en mis hojas de diario. Tu presencia en mi vida ha sido decisiva para que continúe escribir, tú eras la que siempre me insistía en escribir (y especialmente si se trataba de ti, payasito de trapo) y leías mis historias por más ridículas o vacías que fueran. Lamento no poder quererte en la forma que tu quisieras que te quiera, pero estate segura que siempre estarás aquí, sumergida en mi corazón.

—¿Qué quieres? —El tono que utilizó Flora me pareció demasiado ajeno a lo que conocía de ella… ¿qué hice? ¿Tanta influencia tengo sobre una persona como para destruirla así?— Rápido, que no tengo todo el día, hoy mismo regresamos al Sur.

—¡¿Qué?! ¿Por qué? Flora, no… No te vayas, por favor. En una semana habremos olvidado este incidente, por favor, no me hagas esto —y sentí como el perfecto vitral que se había formado ayer, se desmoronaba hasta quedar hecho partículas de color. Colores miserables y faltos de un sentido en la vida, maldito yo.

—Veamos si así aprendes a valorar lo bueno —dudó y lloró… Maldición, ¿tanto se moría por mí? ¿Tanto?— Me largo con Mike, no tenemos nada más que hacer aquí.

Y un estruendoso grito, como de gatos siendo sacrificados perturbó nuestros oídos. Era Milca, que entre un “¿Qué?” y un “¡Es injusto, te odio Mateo!”, Mike corría a socorrerla y le explicaba que no podía dejar a Flora irse sola, que los buses interprovinciales son peligrosos en exceso y que la llamaría cada cinco minutos si fuera necesario. Milca renegó y luego exclamó:

—Mateo, esto lo arreglas ahora. Pobre de ti que no hagan las paces, vámonos Mike —cogió a Mike de su brazo y se fueron al restaurante más cercano, uno lleno de practicantes sino me equivoco.

—Flora, tenemos que hablar —tendí mi mano hacia ella en espera que la tomara y voláramos juntos hacia ningún lugar. Solo los dos.

—No tengo nada que hablar con un gay como tú. Nada. Ahora déjame en paz, que debo alistar mis maletas —sus palabras, por alguna razón no causaron mayor conmoción en mí. Revisa tu pulso. Pulso normal… ¡A callar vocecita extraña y ermitaña! Este es mi problema, no el tuyo. Okay.

—Sí, sí tienes algo que hablar —observé su expresión, se mantuvo inmóvil—. Mira, esto no es menos difícil para mí de lo que ya es para ti, ¿me entiendes? Si a alguien es a quien debemos culpar por todo esto es a ti —me miró extrañada, lista para asestarme un golpe—. Si nunca te hubiera encontrado, nada en mi cabeza se hubiera movido de lugar y nada de esto estaría pasando. ¿Acaso no entiendes la magnitud que tus palabras tuvieron en mí? ¿Todos los “te quiero” y “jamás te olvidaré” que nunca reproduciré por lo cursi que son (aunque debo admitir que me enloquecieron) fueron una mentira? Lo dudo bastante Flora. No tienes de idea de cuán difícil es para mí abrir los ojos, renacer tan violentamente. Entiéndeme, te lo pido.

Estupefacta, conmovida, me miró y su mirada lo englobaba todo: odio, rencor, amor, decepción, más amor, arrepentimiento, ira, más amor…, mucho más amor. Esto no es real… ¡No lo es!

—Pudimos haber sido muy felices, te lo aseguro. Pudimos haber crecido juntos, a la distancia, no importa. Yo habría volado a Lima tan pronto como terminara el colegio y podríamos haber estudiado juntos…, en la Católica, donde quisieras. Podríamos haber sido felices, los dos. Casarnos, tener nuestra pareja de hijos y envejecer juntos, sabiendo que nunca podríamos haber encontrado a alguien más indicado y perfecto para nosotros. Encajábamos perfectamente, fuimos creados el uno para el otro… Pero no —su expresión sólo reflejaba dolor, un profundo dolor—, tú tuviste que cagarla, y cagarme a mí de pasada, de por vida. Te odio Mateo y eso jamás lo olvides. Te odio, te odio —dicho esto, el mundo se congeló…, las aves dejaron de cantar al Sol agradeciéndole la vida y su luz, las flores no produjeron más color, el arcoíris se incendió en un intento por subsistir, las estrellas cayeron sobre mí y Flora, todo cayó sobre ella y yo. Todo.

2 comentarios:

Damian dijo...

hola q tal te desapareciste, ya estaba preocupado, pa ser sincero todavia no leo tu post, ya lo hare y volvere a pasar por aqui, ahora solo pa decirte, y haber si explicas pues q estabas haciendo todo un mes,
atte
damian

Dolores dijo...

OMG.
Despues de tiempo te leo, caray donde te habias metido!!!!!
Ya no posteabas, estaba preocupada, anyway buen post.

Besooo

Lola P.